miércoles, 20 de enero de 2010

Tercer Despertar

Estaba yo ahí tendido: frío, inmóvil y sin articular palabra. Lenta, constante, sistemática, ella se aproximaba, con un ruido sordo e invariable, que me indicaba cuán cerca ya estaba.

Se colocó encima mío… traté de no mirar. Fue imposible evitarlo… en mis manos, reposaban un par de cuerpos blandos aún carentes de significado y utilidad; sin notarlo casi, empecé a presionarlos… cada vez con más fuerza.

¿Moverme? Dudo que fuera posible, además; como anticipándose, una etérea voz me dijo en suave advertencia, que no lo hiciera… creo que incluso llorar me fue prohibido; aunque en ese caso fallé: no pude evitar las lágrimas...

Al fin la vi.

Frente a mis ojos, los suyos: un rojo fulgurante me completó el desconcierto. Como hipnotizado, un inesperado punto verde, brillando en el medio de aquel enrojecido ambiente, me obligó a clavar los ojos en él…

Un brillo punzante, que se me hizo mal presagio, me inundó la cara… la conexión había empezado.

¿Qué es dolor? Es un aria de ópera en primera fila, cantada como en susurro por mil voces de gutural y angelical duplicidad, mientras que en medio de un pánico escénico callan interminablemente, haciendo que su silencio resulte una aún más letal punzada que va desde un oído hasta el otro… y que claro, jamás nunca es olvidado por entero...

Aquella palabra, Dolor, primero se reinventó a mi derecha: como en sistemático avance, sus ojos encontrados con los míos, a semejanza de agujas, me envolvieron en su cruenta danza… Imaginé a Milo de Escorpión y su uña escarlata: sus letales pinchazos sin duda quitaban vidas, pero un toque adecuado en el sitio correcto, cual feroz acupuntura; podría al último segundo, dotar de vida al más estropeado moribundo.

Con aquella extraña fe, le hice frente. El dolor a mi izquierda, con todo, se me hizo insufrible… una y otra vez ejecutó su mortífera coreografía frente a mí. Me sentía desfallecer luego de tres ocasiones que le resistí, aunque la misma voz me dijo que aún no era momento…

El fulgor rojo cesó. Una niebla y una gélida lluvia me empañaron la visión. Los punzantes haces de luz se desvanecieron, su mirada se apartó de mí… Ella se fue así como vino; lenta, impasible, sorda… Mis manos soltaron por fin las ajenas y blandas redondeces; y en medio de un llanto atenuado, me puse de pie.

En medio de un ensombrecido llanto me alejé de aquel lugar… no puedo, no obstante dejar de sentir que mi vida acaba de empezar. ¿Aquel cíclope esmeralda, me ha brindado, sin saberlo, el tercer despertar?

¿Gané? … del encuentro con ella pude salir caminando, aunque últimamente, un recuerdo suyo he notado; y es que sin duda me ha marcado: con enigmáticas lunas rojas, que en ambos ojos me ha estampado…

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