martes, 24 de noviembre de 2009

Una vez más estaba ahí.

Veía en tranquilidad ese mar de casas y cosas que, algo agrietadas por los siglos, se esmeraban por estar aún de pie. Se preguntó si antes ya habría existido una vegetación tan densa como la que se adivinaba en el verdor al interior de los exquisitamente renovados cascarones.
Le gustaba ese “mar” era suyo y lo contemplaba (siempre que podía) en silencio y con admiración. Le gustaba también el otro mar, el de todos: El que salía en las fotos. Pero de algún modo, su mar tenía menos sal y eso, al menos, era algo que prefería…
Sabi, Kenya y Dulce llegaron. Eso supuso que el silencio se tiraba por la borda en ese momento.
Pero… ¿y Vanesa?

Vanesa nunca llegaba la última a su desayuno. A decir verdad, Mónica la encontraba a veces antes que todas; y en la misma actitud que ella recién abandonó al encontrarla sus compañeras.

A pesar que habían comentado lo mucho que les gustaba esa vista, y cosas menores; Mónica nunca había dicho su mar delante de Vanesa, ni mucho menos ante las otras chicas. Mónica no era temerosa, ni retraída, pero sentía que así como ella llamaba su mar a esa extensión de cielo y tierra (sin mar de hecho…) había algo de privacidad en el concepto. Alterar eso no era algo que precisamente buscara.
Vanesa había sido su mejor amiga desde hacía algún tiempo. Vanesa parecía ser excelente para entender cualquier cosa… desde un corazón roto que implicara aconsejar pacientemente alrededor de las 2 y 4 am, o acompañarla a casa en transporte público (afirmando no necesitarlo) sólo para platicar unos instantes más cara a cara. Pero su intimidad era algo extraño. Vanesa era buenísima escuchando, quizás demasiado y el tiempo no le rindiese para dar algo a confiar en secreto, algo que valiera la pena aguantarse contar…
Quizás el único secreto que Mónica se reservaba revelar a Vanesa, era su mar.
Vanesa llegó luego de algunos minutos.

-¡Uun libro que presté el sábado!- dijo sonriente por toda explicación e instalándose en una silla en vista al mar de Mónica, saludó a todas las chicas.
-¡Vaya, vaya! Qué gusto que hayan vuelto…- dirigiendo significantes miradas a las gemelas, Dulce y Kenya- ¿Y cómo estuvo el congreso?- Esto último con un acentito que era común en ellas para incitar confesiones…
-Digo, el no venir el viernes por “estar ocupadas” como a mí me informaron… significaría más que asistir a una exposición…¿ no creen?
-Pues… Kenya ya tuvo evento el fin con sus nuevos amiguitos
-¡Dulcee!

Mónica las veía bromear de chicos y notó demasiado entusiasmada a Vanesa. Es decir, era común molestarse entre sí con esos temas… pero normalmente era Mónica quien encabezaba esas inquisiciones de novios; y nunca, que ella recordara, nunca había sido Vanesa quien las iniciara.
Vanesa la vio mirándola pensativamente.
-¿No estás muy apagada hoy?
-¿No estarás tú muy alegre?
-Patines nuevos… ya sabes, te había dicho que llegaban estos días…
-¿Sólo eso?- ahora Mónica preguntaba con una ceja derecha que refería a un tema particular… anulando las otras respuestas que la pregunta pudiese entender por respuesta.
-Estabamos hablando de Kenya, ¿no?
Mónica con ánimo renovado dejó a Vanesa al percibir su leve estremecimiento.

Cuando ya se iban, Vanesa portaba la pajilla del día, extraída su té (originalmente) helado. Al llegar al paradero de autobuses, dijo una excusa y volvió sola en dirección a la escuela. Antes de perderla de vista, Mónica distinguió cómo se colocaba los audífonos.
No quiere venir hoy conmigo. No quiere platicar en la privacidad de los asientos traseros del autobús. En conclusión: No quiere que sepa de algo… y creo que es un alguien.

-Bah, ya caerá. Es de esperarse- susurró para sí misma.
Sabi le dedicó una mirada a la dirección donde partió Vanesa, y luego inquisitiva vio a Mónica. Ésta última entendió que al momento Sabi ataba cabos sobre algo, ojalá estuvieran pensando en la misma frecuencia.
Su autobús llegó y sólo pudo decirle a Sabi.
-No me lo cuentes… ¡es más divertido hacer que hablen!
Con una sonrisa de complicidad ambas se dieron adiós agitando las manos. Y las gemelas algo confundidas se rieron con Sabi. Haciendo saludos militares (idénticos) a Mónica, sin parar de reir.