miércoles, 29 de julio de 2009

Un esperado 'Adios'

El proceso ocurrió... y ella, como era de esperarse, vino a mí.

Pasaron los días y ella aún permanecía allí. Pensé que era por demás extraño... sabía de oídas que estaría durante algún tiempo, pero esto comenzaba a ser embarazoso: no había lugar donde me dejara tranquilo -Hasta estando sólo, ella estaba conmigo-

Su simple presencia era delatora; pues, me recordaba que por un momento participé de su juego... que si creí en su mundo, que si con aquél condenado rompecabezas pudo tenerme en sus garras; en fin, cosas que quería olvidar pronto... pero que lo más pronto posible -y ella no lo hacía ni facil, ni posible-

Avergonzado noté que no se perdía, antes bien, pareciá aferrarse a mí, como si en una psicosis buscara hacerlo perpetuamente; como si quisiera reducir mi mera existencia a estar ahí con ella...

Me propuse ignorar que ella estaba conmigo. Cosa por demás dificil, en virtud de todas las veces que la encontraba, la veía de reojo -o de frente-, con miradas de repudio, de asombro y tal vez en algúna ocasion, de una vaga y condescendencia (que me instaba a dejarla hacer y estar a su antojo).

De algún modo ocurrió -La ignoré-. Una semana pasó y cuando por fin la busqué, mi infeliz delatora no se hallaba... Sólo quedaba el desagradable recuerdo de su fijacion y su penetrante olor incial.

Fue amargo tenerla conmigo, no quiero preservar ni su recuerdo.

No pienso votar de nuevo.

miércoles, 15 de julio de 2009

De dichas presentes, desdichas posteriores

Sergei debería considerarse afortunado. Natasha es menor que el por unos 6 años, y él mismo apenas alcanzaba los 10. Para ella no hay ser en el mundo con una mayor capacidad para asombrarla; él es quien va revelando los secretos de un mundo que ella desconoce casi por completo, al haber pisado tan contadas veces el exterior de la propiedad familiar.

Natasha por supuesto habla y aprenderá pronto a escribir, el punto es que los adultos tienen un mundo aparte del que ella no puede formar parte aún. Él aún comprende el mundo de ella y es su mejor nexo entre ambos frentes. Ella mira con admiración el cómo vaciar un sobre en una jarra puede tornar el agua en colores y sabores increíbles. Debe ser igualmente admirable que él sea capaz de terminar con casi cualquier plato aún antes que cualquier adulto lo haga. Ni qué decir de su capacidad para ir al baño por si sólo, y casi ducharse por sí solo.

Admiración verdadera es la que Natasha siente por Sergei.

Francamente debería sentirse muy dichoso, pues aunque no lo sospecha, dentro de 10 años, su obesidad, su inherente torpeza y conformismo harán que a los ojos de Natasha, Sergei sea, siendo sinceros, despreciable. Su trato desdeñoso y tacito hacia él, no serán claves para él, que sin notarlo apenas sólo se preguntará qué sucede.

Sergei corre el riesgo de nunca enterarse que un trozo inhumano de destino le ha convertido en la pesadilla Kafkiana de apellido Samsa. Natasha llegará al catastrófico clímax, cuando él por juego o torpeza le cuestione si le es motivo de pena.

Ella tras asentir y casi gritar un sí, se volteará y alejará. Él, con el entendimiento suficiente de lo que es una herida de corazón, reptará a su sucia habitacion de bicho, sintiendo en su carne bien aferrada esa ponzoñosa manzana...

Natasha estará entonces muy fastidiada por el asunto, y quizás tarde en volver a dirigirse la palabra. Su mentalidad la demostrará víctima de Él, sin saber que ha cometido un lento, doloroso, horrible y muy deplorable asesinato ya mismo...

Sergei vive ahora mismo, y vive para Natasha. Como dije, debería ser dichoso ahora.

miércoles, 8 de julio de 2009

No era tarde de domingo

Ella daba un último sorbo a su bebida. Cuando se agotó, ella insistió ligeramente en sorber a través de la pajilla; el sonidito acaso considerado grosero le resultaba de lo más divertido. En fin que con las amigas presentes, lo hizo disimuladamente.

Dió un adios mental al paisaje que ante sí veía. Los cascarones con sus centurias a cuestas y las vegetaciones interiores eran como parte de una película. Le gustaban también; le permitían gozar de cerca ese aroma inconfundible de la lluvia cuando comienza a caer: un olor a tierra mojada...

Bajó con su obvia compañía los niveles que la separaban de la calle; eran sólo tres, pero a cada escalón ella encontraba un distinto escenario. Ella había estado en el teatro, pero se preguntaba si la escuela en sí era el gran teatro de su vida, y ella vivía enteramente una mala pasada. Sacudió su cabeza diciendose un implícito "No". Las miradas de las amigas no se hicieron esperar; por suerte habían cosas que aún ahora no le importaban demasiado.

Ella pensaba que no tenía una necesidad real, sino que se hacía solidaria al tomar autobús para el viaje a casa. Caminar no le era un problema, ni siquiera la consabida soledad que ello podría plantearle. Sabía canciones bastante buenas para amenizar su camino y regalarse un concierto que fuese acorde a su enorno inmediato; por otro lado, si lo quería, podía platicar. Sí, platicar era interesante, ella nunca había conseguido decirse nada aburrido a sí misma (cosas tontas tal vez sí...). Para no llamar la atención sin desearlo, casi nunca ponía volúmen a sus conciertos ni charlas, aunque cuando se olvidaba su privacidad, más de un curioso le dedicaba una mirada. Cosa aparte era el hecho de que era bonita, aunque quizás el rostro alegre hacía más por ella que cualquier línea de cosméticos. Pero hoy estaba disimulando el sol de la iniciada tarde bajo una sombra de plástico a la espera de un autobús... tener amigas definitivamente acarreaba consecuencias.

La tarde con sus sombras largas la vio salir de casa, el calor comenzaba a ser soportable y ella lleva una mochila ligera bajo el brazo. Se adivinaba algo de peso ¿Patines? seguramente lo son. Los había ansiado por semanas, y hoy toca estrenarlos.

Le pareció que la costumbre la tenía dominada, se dio cuenta cuando estuvo frente a la inmensa puerta que a diario cruza al llegar a la escuela. Se rió de sí misma y al tener la oportunidad de ver su reflejo con algo de detalle en la ventana de una camioneta se ajustó la banda del cabello y se dijo tonta, recordando su falta de atencion anterior.

Al verse frente al Mar, sintió algo de pena por sí misma. Tantas cosas acontecidas hoy, y quizás importantes para ella, habían tenido un sólo testigo: ella misma. Se colocó una gorra y los patines. Pensó en su tercer piso con vista verde. Antes de pasar a otra cosa se prometió compartir su alma en un futuro próximo.

Cuando el sol apareció: completito, naranja, enorme y hermoso, sin que nube alguna le robara protagonismo, ella decidió que era suficiente melancolía por el resto del día, encontró abrazable al sol y lo imaginó como un redondo globo con helio "no me equivoco tanto" pensó. Riendo por lo bajo, se secó lo que sobraba de las lágrimas que se había dedicado. Enfiló hacia la puesta de sol, y alcanzando velocidad al momento que Bono entonaba "¡Oh you look so beautiful tonight... in the city of blinding lights!" y concentrada en vivir el ocaso, se hizo parte de la dispersa multitud. No pensaba ya sentirse triste, al cabo para el domingo aún faltaban dos días.