miércoles, 28 de abril de 2010

A Tí Te Tengo Cada Noche

—A ti te tengo cada noche, a ella sólo en abril, y casi nunca. ¿Entiendes?

—No— respondió obstinada, enarcando su ceja de costumbre y mirando hacia su derecha.

— ¡No puedo creer que esa montonera caediza te interese más que yo!

—Intento que entiendas; eres especial, pero ella también… casi nunca la veo así. Y ésta es mi primera vez en años, ¿recuerdas? La primera vez desde mi tercer despertar. —expliqué

— ¡Como quieras! — dijo ella alejándose, sin tratar de comprenderme.

Llegaba yo a casa en el bus. El aire que osaba colarse por la ventanilla era bendito para a mis calientes mejillas… comúnmente temo que el viento me revuelva demasiado el cabello, mostrándolo horrendo, pero hoy, ni la más mínima brisa se asomaba a través de aquel orificio en la cara izquierda de la (bien llamada por Citlali) “cage with wheels”

Al bajar, luego de que el conductor fuese abucheado por una tontería, me sentí un poco libre de la atmósfera caliente que reinaba al interior de la Unidad no-recuerdo-el-número de la “Nueva Manera”, me sentí libre del agobiante sol que en abril hace sus días… recordé que apenas unos instantes hacía que un trueno resonó, como resquebrajando la masa de nubes que sobre todo lo visible se advertían.

Eso fue, se resquebrajó el nubarrón: la evidencia cayó presta en el dorso de mi mano izquierda; la delatora corrió un par de centímetros sobre mi piel, y un segundo después más evidencia comenzó a regarse, gota a gota, en todo el alrededor.

Caminé lento, pero con una preocupación: el hámster se mojaría, de no ser que llegara a tiempo para impedirlo… Un minuto después, un glorioso éxtasis inesperado me invadió.

El aroma de la lluvia incipiente sobre el suelo, es un deleite momentáneo que mucho me gusta olfatear… pude distinguir dos aromas, el del suelo construido y el de las zonas no cubiertas por concreto ni pavimento. Sin duda, es más penetrante el olor de la tierra sola, sin intermediarios.

Una vez que me deshice de aquellas molestas cosas que temo perder porque sé que al momento no importan, pero que me facilitan la vida en lo general; salí y recibí con una sonrisa las gotas en la cara… aún sin sol, la claridad me pareció altísima. Cerré los ojos y escuché pasar el viento junto a mi oreja derecha; rugiente, bravo, e intempestivo. Abrí los ojos y escuché un sonido que me trajo al mundo real de nuevo: los jodidos pollitos piaban de frío mojándose por la lluvia.

De regreso adentro, la luna asomó, y comenzó a replicarme, celosa de la lluvia.

—¡Demet! — dije una vez que se alejó —La amo, pero ¿tiene que ser tan difícil?

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